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NOS VEMOS EL JUEVES QUE VIENE



“Breve encuentro” es, sin duda, uno de los mejores melodramas románticos de la historia del cine. Uno, que no puede decir que sea uno de sus géneros favoritos (mi ser hombre, mi no tener sensibilidad, mi gustar chistes de pedos y patadas voladoras, aurghhh), no por el género en sí, sino porque en los últimos años ha habido una prostitución tal del mismo, se ha banalizado de tal manera a base de ñoñería bañada en sirope de merengue, estrellitas de tres al cuarto (expresión que nunca he entendido: ¿quién es el cuarto y por qué tres? ¿Es el prolegómeno a una orgía, si entendemos “cuarto” como habitación?) y espíritu inequívocamente telefílmico-antenatres-sábadotarde. “Jersey girl” (¡ayyyy, Kevin, qué disgusto más grande!) sería el paradigma de lo que estoy hablando, por recurrir a una película relativamente reciente. Pero esto no siempre fue así, y mi compañera Alicia, toda una clasicómana, les daría miles de ejemplos de lo que estoy diciendo. Yo me conformo con este.

Contada desde el punto de vista de Laura, el personaje de Celia Johnson (que está absolutamente extraordinaria, qué miradas, qué fragilidad), lo cual resulta destacable ya de por sí (un adulterio visto desde el prisma de una mujer en los años 40), la película tiene una estructura circular, iniciándose, después de unos créditos acompañados por Rachmaninoff, con la frustrada despedida de los protagonistas. Una inoportuna amiga de Laura (la típica conocida cotorra que ha de tener toda casada burguesa) que les roba a los infelizmente enamorados, incluso, un adiós como Dios manda. Laura llega a casa, donde le espera su displicente marido, y allí rememora la historia. David Lean nos muestra cómo el amor es capaz de volver nuestras vidas del revés, en muy poco tiempo, como casi ninguna otra circunstancia, excepto la muerte, puede hacerlo. El preciso retrato del matrimonio estable, burgués, de provincias, que hace el director inglés en una sola escena (el marido haciendo crucigramas, y la esposa cosiendo y escuchando música: oda al matrimonio estable, o sea, aburrido) es ejemplar; el tratamiento de la historia, absolutamente despojado de sentimentalismo barato, seco en ocasiones incluso, pero transmitiendo emoción a través de la ingenua honestidad de los personajes, es conmovedor. Película cargada de pequeños detalles, desde ese momento en el que Laura le dice a Alec (Trevor Howard, excelente también) que, de repente, le parece más joven (dándose cuenta así del apasionamiento adolescente que se está asomando a su rostro); a la significativa frase con la que el marido de Laura cierra el film, mientras trata de consolarla: “Has estado muy lejos. Gracias por volver a mí”. Así rompe con la imagen que teníamos de él, un pobre diablo, correcto, educado, que no se entera de lo cerca que está de perder a su mujer en esas salidas a la ciudad de los jueves; de repente, nos deja con la duda de si sabe, o intuye, mucho más de lo que creíamos. Un final impecable y a la altura de la elegancia con la que está narrada el resto de la película.

“Breve encuentro” fue mal recibida por el público (que no por la crítica), puesto que se estrenó justo después de la II Guerra Mundial y a la gente no le gustaba ver finales infelices. Hay que ver cómo se pone la gente por unas bombitas, ncht… La historia la ha colocado donde debe. Chicos, si queréis dároslas de sensibles, el día que vuestra chica os obligue a ir a ver el enésimo pastelón de la Sandra Bullock de turno, habladle de “Breve encuentro”, y decid bien alto que “eso sí que eran películas románticas”… Y tendréis razón.

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